El Gueto de Varsovia fue el más grande establecido por la Alemania nazi durante la Segunda Guerra Mundial. Creado en octubre de 1940, albergó a más de 400.000 judíos en menos de cinco kilómetros cuadrados. El hacinamiento extremo, la hambruna y las enfermedades eran moneda corriente, mientras la deportación masiva a campos de exterminio como Treblinka sellaba el destino de cientos de miles de personas.
Entre julio y septiembre de 1942, más de 250.000 personas fueron deportadas desde el gueto. En abril de 1943, los judíos que aún permanecían allí protagonizaron el levantamiento del Gueto de Varsovia, una insurrección armada que resistió durante casi un mes contra las fuerzas de ocupación nazis antes de ser brutalmente sofocada. La destrucción del gueto se convirtió en uno de los episodios más trágicos del Holocausto.
El diario de Adam Czerniaków: entre la obediencia y el suicidio
La editorial Confluencias recupera esta historia con la publicación de dos obras fundamentales. La primera es el Diario del gueto de Varsovia, escrito por Adam Czerniaków, presidente del Consejo Judío de Varsovia entre 1939 y 1942. Considerado por el historiador Raul Hilberg como “la más importante crónica judía” de ese período, el diario documenta con precisión los dilemas, imposiciones y horrores cotidianos.
Czerniaków, lejos de ser un colaborador, vivió atrapado en una red de decisiones imposibles. Se suicidó en julio de 1942 al negarse a firmar la orden de deportación de niños. El diario, acompañado por una introducción de Hilberg y Stanislaw Staron, ofrece un retrato humano y político de los años más oscuros del gueto.
Testimonios del levantamiento: la voz de los últimos combatientes
La segunda obra, Llegué a casa y no había nadie, de la periodista Hanka Grupińska, reúne entrevistas con los últimos supervivientes del levantamiento del gueto. El libro rescata también la “Lista londinense”, un documento que detalla los nombres de los combatientes de la Organización de Combate Judía (ŻOB), enviado clandestinamente en 1943.
Publicado originalmente en 1991 y ampliado en sucesivas ediciones, el volumen no pretende ser un tratado histórico, sino un registro vivo de memorias fragmentadas, relatos orales y reconstrucciones personales. Para Grupińska, se trata de “vestigios salvados de la memoria”, un modo de fijar lo inabarcable mediante detalles mínimos pero cargados de significado.
Casa Europa: una colección para preservar la dignidad humana
Ambos títulos forman parte de la colección Casa Europa, dirigida por Javier Fornieles, quien señala que el propósito de la serie es recordar que una Europa democrática y unida fue la respuesta a la barbarie del siglo XX. La colección también incluye memorias de figuras contemporáneas como Shirin Ebadi, Raif Badawi o los dibujantes asesinados de Charlie Hebdo.
Estos libros se alejan de la retórica vacía y proponen una mirada sobria, humana y plural sobre el colapso de las estructuras sociales, la violencia sistemática y las distintas formas de resistencia.
Recordar es resistir: la importancia de los testimonios
En palabras de Grupińska, registrar un nombre, una prenda o una frase es una forma de abrazar la realidad inabarcable del Holocausto. En un tiempo en que la desinformación y la banalización de la historia amenazan la memoria colectiva, obras como estas resultan esenciales para comprender no solo el pasado, sino también los desafíos éticos del presente.
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