Durante la Edad Media florecieron la astronomía y la ciencia gracias al intercambio entre culturas cristianas, judías y musulmanas.

Una Edad Media menos oscura de lo que se cree

La imagen predominante de la Edad Media como un periodo de oscuridad y barbarie ha sido desmentida por muchos historiadores modernos. Uno de ellos es Seb Falk, historiador de la ciencia en la Universidad de Cambridge, autor de La luz de la Edad Media. En su obra destaca que, lejos de ser una época ignorante, la Edad Media fue un periodo fértil para el desarrollo del conocimiento, especialmente gracias a la interacción entre culturas.


Convivencia cultural en la península ibérica

En los reinos cristianos, musulmanes y judíos de la península ibérica, se vivió una convivencia religiosa y cultural que dio lugar a un flujo sin precedentes de saberes científicos. La figura de Alfonso X el Sabio es clave en este proceso. En su corte se reunieron sabios de distintas religiones, quienes colaboraron en la producción de conocimientos astronómicos y matemáticos.

Seb Falk destaca que Alfonso X patrocinó traducciones y compilaciones científicas que luego fueron vertidas al latín, diseminándose por toda Europa. Las Tablas Alfonsíes, por ejemplo, fueron cruciales para el desarrollo de la astronomía europea, y sirvieron como base para estudios posteriores como los de Copérnico y Kepler.


La astronomía como ciencia universal

Mirar el cielo: una experiencia compartida

Cristianos, musulmanes y judíos se hacían las mismas preguntas al mirar el firmamento. La astronomía fue una ciencia central, no solo por su contenido filosófico y espiritual, sino por su valor práctico en la navegación, la cartografía y la astrología —entonces considerada una ciencia legítima.

Una ciencia cuantitativa

La astronomía medieval requería conocimientos avanzados de geometría y trigonometría. Por ello, ocupaba un lugar central en el sistema de las ciencias medievales, y servía de puerta de entrada a otras disciplinas.


Traducción e intercambio: motores del saber

El caso de Gerardo de Cremona, un italiano que viajó a Toledo en el siglo XII para traducir obras árabes y griegas, es paradigmático. La traducción no era una simple conversión lingüística, sino una reinterpretación del saber, lo que impulsó nuevas formas de pensar y avanzar científicamente.


Mitos sobre la ignorancia medieval

Uno de los errores más difundidos es la creencia de que en la Edad Media se pensaba que la Tierra era plana. Según Seb Falk, esto es rotundamente falso. Desde los primeros siglos, los sabios medievales sabían que la Tierra era esférica y escribieron extensamente sobre ello.

Otro mito es que la gente no cuestionaba lo que aprendía. Falk afirma que el pensamiento crítico existía y se cultivaba, especialmente en las universidades e instituciones promovidas por la Iglesia.


Ciencia y religión: una relación más compleja

Contrario a la creencia popular, la Iglesia no fue enemiga del conocimiento. Por el contrario, patrocinó universidades y la investigación científica. Para muchos teólogos, estudiar la naturaleza era una forma de conocer mejor a Dios. Así, la ciencia era vista como un medio para interpretar el “libro de la creación”.

Rivalidad entre religiones y necesidad de saber

Falk cita a San Agustín, quien alertaba sobre el peligro de que los cristianos parecieran ignorantes frente a los sabios de otras religiones. En un contexto de rivalidad teológica, saber más era una necesidad intelectual y estratégica.


Conclusión: una Edad Media de luces y saberes

La Edad Media no fue una época estática ni intelectualmente muerta. Fue un tiempo en que el saber floreció gracias al intercambio de culturas y la colaboración entre religiones. Conocer esta verdad no solo nos permite valorar mejor el pasado, sino también entender cómo el diálogo cultural puede ser motor de progreso.

Rafael Ordóñez

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