Un legado eterno: solo queda una, pero las recordamos todas
A pesar de que solo las pirámides de Egipto siguen en pie, las Siete Maravillas del Mundo Antiguo siguen cautivando la imaginación colectiva. Las murallas de Babilonia, los jardines colgantes, la estatua de Zeus en Olimpia o el Coloso de Rodas viven en nuestra memoria cultural, alimentados por siglos de relatos, crónicas y evocaciones.
Del majestuoso Templo de Artemisa en Éfeso al imponente Mausoleo de Halicarnaso, algunas piedras dispersas hoy repiten el eco de su grandeza en museos como el Británico de Londres.
El origen mítico de la lista de maravillas
El número siete —sagrado, simbólico, completo— fue siempre clave. Aunque la lista variaba con el tiempo, ya los Laterculi Alexandrini en la época helenística apuntaban los primeros nombres. Calímaco, poeta de Alejandría, llegó a incluir un altar de cuernos dedicado a Apolo en Delos. El Faro de Alejandría, la más joven de las siete, se incorporó después, como una guía simbólica e iluminadora del mundo antiguo.
Autores como Varrón las llamaron “obras que deben ser admiradas en el mundo”, Vitruvio como septem spectacula y Pomponio Mela como septem miracula. Guerras, terremotos y siglos no pudieron borrar su huella.
Bettany Hughes: una guía del asombro y la belleza antigua
La historiadora británica Bettany Hughes recoge esta herencia cultural en su reciente obra, publicada por Ático de los Libros. Con el estilo apasionado que caracteriza sus documentales en BBC y Netflix, combina erudición, sensibilidad y claridad divulgativa.
Siguiendo el consejo aristotélico de que “la filosofía nace del asombro”, Hughes invita a mirar el pasado con admiración, no solo por los monumentos, sino por lo que dicen sobre nosotros mismos como especie creadora.
Las siete maravillas, una por una: esplendor y símbolo
Pirámides de Guiza: Única superviviente, símbolo de eternidad y poder divino. Heródoto ya reflexionaba sobre la megalomanía de Keops.
Murallas y jardines colgantes de Babilonia: El esplendor oriental, ampliado por Nabucodonosor II, hoy visible en la Puerta de Ishtar expuesta en Berlín.
Estatua de Zeus en Olimpia: Esculpida por Fidias, de oro y marfil, impresionaba por su magnificencia sagrada.
Templo de Artemisa en Éfeso: Destruido por Eróstrato para alcanzar la fama. Sus ruinas aún indignan e inspiran.
Mausoleo de Halicarnaso: Mausolo contrató a los mejores artistas para inmortalizarse. Su nombre hoy simboliza eternidad funeraria.
Coloso de Rodas: Estatua gigantesca de treinta metros, destruida por un terremoto. Un símbolo efímero de orgullo y caída.
Faro de Alejandría: Farol guía de navegantes en la noche, símbolo de esperanza y civilización.
Una herencia que aún resplandece en la cultura contemporánea
Incluso en pleno siglo XX, las Siete Maravillas inspiraron representaciones modernas. Las vidrieras del vestíbulo del Empire State, instaladas en 1963, muestran su imagen, recordando que la fascinación por estas obras no ha desaparecido.
Hoy, seguimos utilizando sus nombres como símbolos: llamamos “coloso” a un edificio imponente, “mausoleo” a una tumba majestuosa y no dejamos de maravillarnos con construcciones antiguas o actuales.