Mary Beard, la clasicista que conquistó Roma y Cambridge
Una figura imprescindible de la historia clásica moderna
Mary Beard (Much Wenlock, Reino Unido, 1955) es una de las historiadoras más influyentes de nuestro tiempo. Catedrática de Clásicas en Cambridge, autora de obras fundamentales como Pompeya, El triunfo romano y La herencia viva de los clásicos, ha revolucionado el modo en que comprendemos el mundo grecorromano.
Más allá de sus investigaciones, Beard ha logrado acercar los clásicos al gran público con un estilo directo, humorístico y sin concesiones. Su columna en The Times, su blog personal y sus libros de divulgación la han convertido en una celebridad cultural y en una defensora del pensamiento crítico.
Entre el rigor académico y la divulgación popular
Desde su cocina en Cambridge —repleta de libros, objetos curiosos y referencias mitológicas— Beard reflexiona sobre el valor de los clásicos en el presente: “Compartimos muchos dilemas con los romanos. Ellos también discutían sobre corrupción, militarismo y poder”.
Su mirada es amplia y mordaz. Puede desarmar con elegancia una mala traducción de Tucídides o demoler con datos las versiones edulcoradas de la historia romana. Su crítica se extiende a la reputación de emperadores como Calígula o Nerón, moldeada muchas veces por propaganda política posterior.
Crítica sin miedo: entre emperadores, esclavos y traducciones
Beard es reconocida por su honestidad intelectual. “Nunca escribo nada que no diría a la cara”, afirma. Con esta premisa, ha desafiado interpretaciones conservadoras y académicas de la historia antigua, sin temer las consecuencias.
Ha reivindicado figuras históricas denostadas y analizado el rol del poder, la propaganda y la violencia en la historia de Roma con una claridad feroz. También ha hablado públicamente de su propia experiencia como víctima de abuso en su juventud, dando una perspectiva personal que conecta con la tradición clásica.
Clásicos en la cultura popular: de Asterix a Gladiator
¿Qué aprendemos hoy del Imperio Romano?
Beard insiste en que los clásicos no son cosa del pasado ni patrimonio exclusivo de una élite. “La gente teme a los clásicos porque cree que son difíciles, pero en realidad forman parte de su vida diaria”, explica.
De Gladiator a Asterix, del Partenón a los bancos con columnas, los vestigios clásicos están por todas partes. Saber identificar una columna corintia o comprender una escena mitológica permite descifrar gran parte del arte, la política y hasta la publicidad moderna.
Roma como espejo de nuestros dilemas contemporáneos
Uno de sus grandes aportes es acercar el mundo clásico a cuestiones actuales: el poder, la legalidad, la violencia institucional o la misoginia. Compara, por ejemplo, el estado de excepción en tiempos de Cicerón con Guantánamo tras el 11-S.
Beard sostiene que nuestros dilemas éticos y políticos no son nuevos. “Hemos aprendido a actuar leyendo a Cicerón. A pensar nuestras cosas a través de los clásicos”, explica, aludiendo a cómo autores como Dante, Gladstone o incluso nosotros mismos usamos a los clásicos como herramientas de pensamiento.
Humor, sexo y política en el mundo clásico
El humor romano, entre Monty Python y lo escatológico
Mary Beard también ha estudiado el humor en la antigua Roma. “Muy Monty Python, un punto absurdo, surrealista”, señala. Algunos chistes aún nos hacen reír. Como este:
—“¿No estabas muerto?”
—“Ya ves que no.”
—“No sé… me fío mucho de quien me lo dijo.”
Aunque muchas bromas se pierden en la traducción, otras muestran cuán cercanos eran los romanos a nuestras propias formas de ver el mundo.
Sexo, poder y censura en el imaginario romano
Lejos de idealizar la sexualidad romana, Beard la analiza como un reflejo de jerarquías y control social. “La antigua Roma ha sido muchas veces excusa y cobertura para pornografía”, comenta con humor. Las reglas sexuales estaban marcadas por el estatus, el género y el poder, no por una noción religiosa de pecado como en el cristianismo.
La calvicie, por ejemplo, era motivo de vergüenza. Y la penetración masculina estaba aceptada solo si el penetrado era socialmente inferior. Todo un sistema simbólico sobre la dominación.
El legado de emperadores y personajes olvidados
Mary Beard no solo analiza a los grandes conquistadores. De hecho, su personaje favorito es Eurysaces, un panadero romano que dejó un monumento funerario único. Y recuerda episodios sangrientos como el de Fulvia, esposa de Marco Antonio, que apuñaló con una horquilla la lengua de la cabeza decapitada de Cicerón.
Beard también matiza las leyendas negras: “La reputación de los emperadores la definía el que venía después. Para justificar un asesinato, debías ensuciar al predecesor”.
Reflexiones finales de una historiadora sin filtros
Mary Beard es, ante todo, una intelectual pública. Su labor combina rigor académico, claridad comunicativa y una profunda empatía histórica. Reivindica que los clásicos no son solo un legado muerto, sino una conversación permanente con nuestro presente.
Ya sea escribiendo desde su cocina, opinando en televisión o enseñando en Cambridge, su voz sigue abriendo caminos para que el mundo clásico deje de ser un relicario de minorías y se convierta en un patrimonio colectivo, accesible, vibrante y vivo.