La Batalla de las Ardenas: el infierno blanco que enfrentó al mundo libre contra el nazismo

Un invierno mortal en los bosques de Europa

“Era el peor lugar en el que uno podía estar”, recordaba Paul Rogers, uno de los últimos veteranos vivos de la Batalla de las Ardenas. El frío era tan intenso que ni los refuerzos podían llegar. Esta ofensiva alemana, lanzada por sorpresa el 16 de diciembre de 1944, fue la última y más desesperada del Tercer Reich. Su objetivo: dividir a los Aliados y capturar el estratégico puerto de Amberes.

Las tropas alemanas, superiores en número y armamento, lograron abrir brecha y avanzar hacia el oeste. Pero su éxito inicial fue frenado por la feroz resistencia estadounidense en puntos clave como Bastoña y St. Vith, la escasez de combustible y unas condiciones meteorológicas extremas: nieve, lluvias heladas y temperaturas de hasta -28 °C.

La contraofensiva aliada y la derrota nazi

Durante 40 días, la batalla se libró entre los bosques helados de Bélgica, Luxemburgo y Alemania. En enero de 1945, los Aliados lograron un contraataque efectivo y recuperaron las posiciones previas. Fue el principio del fin para Hitler: su ejército quedó debilitado y ya no pudo recuperar la iniciativa.

El primer ministro británico Winston Churchill describió la Batalla de las Ardenas como “la mayor batalla librada por Estados Unidos” en la Segunda Guerra Mundial. Las cifras hablan por sí solas: 80.000 bajas aliadas y entre 60.000 y más de 100.000 del lado alemán.

Luxemburgo: el silencio de las tumbas y la voz de la memoria

En el Cementerio y Memorial Estadounidense de Luxemburgo reposan 5.076 soldados estadounidenses, entre ellos el general George S. Patton. Frank Rockenbrod, presidente del Museo Nacional de Historia Militar de Diekirch, ha dedicado su vida a recuperar testimonios y preservar la memoria. “La guerra es despiadada. Muchos jóvenes no pudieron cumplir sus sueños”, dice con emoción.

Diekirch y Schumannseck: memoria viva en tierra herida

El museo de Diekirch expone armas, vehículos, cartas y hasta una máquina Enigma en funcionamiento. Muy cerca, en Schumannseck, una ruta de 2,8 km recorre el antiguo campo de batalla con 65 siluetas de soldados y civiles. La intención: recordar que las guerras no se olvidan. “Hoy Europa vive otra guerra, y vemos los mismos errores repetirse”, reflexiona Rockenbrod.

Bastoña: trincheras, museos y cicatrices de guerra

En Bélgica, la ciudad de Bastoña alberga el Museo de la Guerra, con una experiencia inmersiva e historias reales que conectan con los visitantes. Uno de los sitios más conmovedores es el “Bois Jacques”, donde todavía se conservan las trincheras utilizadas por la 101ª División Aerotransportada.

El cercano Memorial de Mardasson rinde homenaje a los casi 80.000 estadounidenses que lucharon en esta batalla. En Foy, las cicatrices del conflicto aún separan familias enteras. Y en Houffalize, arrasada por bombardeos aliados, una réplica del Guernica recordaba que las víctimas no distinguieron bandos.

Una ruta europea para no olvidar

La Liberation Route Europe, reconocida por el Consejo de Europa, conecta más de 200 lugares históricos en nueve países. A través de ella, el visitante puede recorrer las huellas de la libertad y comprender que los horrores del pasado siguen teniendo eco en el presente.

Related Posts