La epidemia de suicidios en Alemania en 1945: el miedo al Ejército Rojo

En la primavera de 1945, con el colapso del Tercer Reich inminente, una tragedia silenciosa se extendió por Alemania: decenas de miles de ciudadanos se quitaron la vida ante el avance del Ejército Rojo soviético. Este episodio, conocido como la “epidemia de suicidios”, ha permanecido durante décadas en los márgenes del relato oficial sobre la Segunda Guerra Mundial.

El inicio del pánico: Nemmersdorf y la propaganda nazi

Todo comenzó en octubre de 1944, cuando las tropas soviéticas tomaron brevemente la localidad de Nemmersdorf, en Prusia Oriental. Al recuperar el control, el ejército alemán documentó lo que presentó como una masacre: asesinatos, violaciones y destrucción. Joseph Goebbels usó este hecho como una herramienta de propaganda, buscando estimular la resistencia. Sin embargo, el efecto fue el contrario. Lejos de dar coraje, sembró un miedo profundo entre la población civil.

¿Quiénes eran las víctimas?

El historiador Gregorio Casanova, autor de Lo que no te contaron de la Segunda Guerra Mundial, destaca que el miedo al Ejército Rojo fue real y generalizado. No solo por la propaganda, sino por la brutalidad con la que muchas unidades soviéticas actuaron al entrar en territorio alemán. Los testimonios abundan: comunistas alemanes, yugoslavos e incluso figuras como Milovan Djilas criticaron duramente la conducta del Ejército Rojo.

La brutalidad soviética y la venganza por la invasión alemana

La ocupación alemana en la Unión Soviética fue una de las más sangrientas de la historia: millones de civiles asesinados, aldeas arrasadas y una política de exterminio sistemático. De los 5,5 millones de soldados soviéticos capturados por los nazis, más de la mitad murieron. El resentimiento, combinado con la propaganda soviética, alimentó la sed de venganza.

Violaciones, saqueos y crímenes de guerra

Al entrar a Alemania, muchos soldados soviéticos violaron, asesinaron y saquearon sin control. Stalin, según Djilas, justificaba estas acciones como una especie de derecho del combatiente. El terror a sufrir estas represalias llevó a miles de civiles alemanes al suicidio. Madres que ahogaban a sus hijos antes de matarse, familias enteras que se colgaban o envenenaban, comunidades enteras presas del pánico.

¿Por qué este episodio ha sido silenciado?

Durante décadas, la historiografía y los medios evitaron presentar a los alemanes como víctimas. Alemania fue el agresor, el promotor del Holocausto y el gran responsable del conflicto. Por ello, todo intento de contar sus sufrimientos ha sido visto con suspicacia, ante el riesgo de caer en el revisionismo o relativismo histórico. A esto se suma el intento de la extrema derecha por apropiarse de estos relatos para blanquear al nazismo.

El caso extremo de Demmin

Una de las tragedias más recordadas es la de Demmin, una ciudad del norte de Alemania. Entre el 30 de abril y el 2 de mayo de 1945, unas 1.000 personas se suicidaron en masa. La ciudad, con unos 15.000 habitantes, había duplicado su población con refugiados que huían del frente oriental.

El suicidio como huida y como ideología

Muchos suicidios fueron actos de desesperación, pero también los hubo motivados por la fidelidad ideológica al régimen. Tal es el caso de Magda y Joseph Goebbels. Antes de suicidarse, asesinaron a sus seis hijos. En una carta, Magda escribió que no concebía un mundo sin el Führer ni el nacionalsocialismo, y que sus hijos eran “demasiado puros” para vivir en ese mundo nuevo.

Otros jerarcas nazis también se quitaron la vida por temor a las represalias o la justicia aliada. Heinrich Himmler, jefe de las SS, fue capturado y se suicidó al morder una cápsula de cianuro.

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