Wilhelm Brasse, el fotógrafo de Auschwitz que desafió al nazismo con su cámara

Wilhelm Brasse, el fotógrafo de Auschwitz que retrató el horror

Un destino marcado por la ética y el valor

Wilhelm Brasse, prisionero número 3444 en Auschwitz, pudo haber elegido el camino más fácil: unirse al ejército alemán. Como austropolaco con rasgos “arios” y dominio del idioma alemán, tenía esa posibilidad. Sin embargo, rechazó colaborar con el régimen nazi y terminó en el infame campo de concentración de Auschwitz. Su historia se convirtió en un símbolo de resistencia silenciosa a través de la fotografía.

El elegido para documentar lo indecible

Un día, Brasse fue convocado junto a otros tres prisioneros con un pasado en la fotografía. Los nazis necesitaban alguien que retratara a los prisioneros para sus archivos y eligieron a Brasse por su formación en el estudio fotográfico de su tío en Katowice. Así comenzó su labor como fotógrafo del campo, tomando tres retratos de cada prisionero: uno frontal y dos de perfil.

La cámara como herramienta de registro burocrático

El objetivo de estas fotografías era “documentar” la vida del campo. Las imágenes eran enviadas regularmente a Berlín, donde formaban parte de informes propagandísticos que mostraban a Auschwitz como un centro organizado. Cada prisionero era clasificado según su origen: judío, político, romaní, entre otros.

Fotografías que sobrevivieron a la destrucción

Cuando los nazis comenzaron su retirada de Auschwitz, ordenaron destruir todo el material fotográfico. Brasse y sus compañeros fingieron cumplir la orden. Llenaron estufas con negativos, pero impidieron su combustión total al impedir el ingreso de oxígeno. Gracias a su acción, centenares de imágenes sobrevivieron y hoy se conservan en el Museo de Auschwitz y en el Memorial Yad Vashem de Jerusalén. Estas fotos se utilizaron como prueba en los juicios de Núremberg.

El Álbum de Auschwitz y el encuentro de Lilly Jacob

Entre los documentos que sobrevivieron figura el conocido Álbum de Auschwitz, recopilación de fotos realizadas por nazis y prisioneros como Brasse. Fue hallado por Lilly Jacob, una joven judía deportada a Auschwitz, quien reconoció en él imágenes de sus hermanos y otros conocidos. Jacob conservó el álbum hasta 1980, cuando lo donó al Yad Vashem.

Retratos para los verdugos

No solo se fotografiaban prisioneros. Los propios oficiales nazis acudían al estudio fotográfico para retratarse en imágenes que enviaban a sus familias. Querían parecer presentables, “normales”, en contraste con las atrocidades que cometían.

Documentar la crueldad de Mengele

Una de las tareas más traumáticas para Brasse fue documentar los experimentos del doctor Josef Mengele, apodado el “ángel de la muerte”. Las fotografías de estos actos atroces —experimentos con gemelos, mutilaciones, torturas— fueron preservadas bajo estricta custodia y se encuentran en Yad Vashem. No pueden ser publicadas, pero son accesibles para investigadores.

Una de las fotos más conmovedoras

Entre los retratos más desgarradores está el de Czeslawa Kwoka, una joven judía golpeada antes de ser fotografiada. Su imagen, que aparece en la portada del libro El fotógrafo de Auschwitz de Luca Crippa y Maurizio Onnis, representa la inocencia truncada y la violencia nazi. Brasse intentó ocultar los golpes en la imagen, sin éxito.

Una vocación perdida por el trauma

Tras la guerra, Brasse no volvió a tomar una cámara. El trauma de haber fotografiado a miles de personas condenadas a morir lo acompañó toda su vida. “Cada vez que tenía a alguien frente al lente, revivía el horror”, explicó Crippa.

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